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Chucho Valdés, música sin fin

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Los músicos sienten más que nunca que sus ideas son muy bienvenidas y que ellos forman parte de la música. Es un proceso de trabajo muy similar al que teníamos en Irakere.
Chucho Valdes acude al encuentro con AllAboutJazz confiado. En su música y en la victoria de España en el Mundial de fútbol de Sudáfrica. Es el 11 de julio del 2010, y por primera vez en su historia la selección española ha llegado a una final del Mundial, en Sudáfrica. ¿Un cubano interesado en el fútbol? "En Cuba ahora se sigue mucho el fútbol, sobre todo la Liga española. Yo empecé a entusiasmarme por el fútbol en los últimos tres años, en Argentina, y me gusta que en este torneo España está jugando muy bien como equipo, no como individualidades. Se merece ganar." ¿Se podría comparar ese juego de equipo de España con el trabajo de un grupo musical? "Se puede comparar, sí. Si en una banda cada uno toca para sí y para lucirse individualmente, quizás resulta un día o dos, pero al final no funciona, por muy buenos músicos que sean. Cuando el trabajo se comparte, se trabaja para el equipo. Y en la música, como en el fútbol, las individualidades son menos importantes que el colectivo."

Chucho está en España, casi al inicio de una gira que durante dos meses le va a llevar literalmente por todo el mundo, sin dejarse ni un solo continente, desde Angola hasta Taipei y Australia pasando por Colombia y Europa. Presenta su último disco, Chucho's Steps: "Siento que hay cosas distintas, e incluso tengo cosas más nuevas que éstas, más atrevidas. Me ha inspirado mucho volver a contar con una sección de metales. Han surgido muchas ideas." En efecto, Chucho ha ampliado su habitual cuarteto (Lázaro Rivero Alarcón, el Fino, al contrabajo; Yaroldi Abreu a la percusión, y Juan Carlos Rojas, el Peje, a la batería) a un septeto, con la incorporación de Reinaldo Melián, Molote (trompeta), Carlos Manuel Miyares (saxo tenor) y Dreiser Durruthy (percusión, voces y baile). En directo, Mayra Caridad Valdés, hermana de Chucho e hija de Bebo (la balada de Bebo Valdes A Mayra es, por cierto, el tema de amor de la película de Fernando Trueba y Javier Mariscal Chico y Rita, de próximo estreno), se une al grupo. ¿Qué pensará Bebo cuando escuche el disco? "Hay que ver. Le resultan raras ciertas combinaciones rítmicas, porque no hay nadie que esté haciendo una cosa como ésta, un grupo que suene así." "Pero espero que le guste," sonríe Chucho, a quien su padre Bebo no duda en calificar siempre como "el mejor pianista del mundo."

"Chucho's Steps es —explica Chucho— el primer disco de mi banda en siete años," con el cuarteto como base: "Llevamos ya 10 años juntos y a través del tiempo hemos conseguido una comunicación que hace que en cualquier circunstancia sabemos lo que queremos." No sólo es cuestión de talento, recalca Chucho. "Nosotros ensayamos todos los días, a veces hacemos ensayos de búsqueda. Cuando por fin decidimos que una estructura en concreto es la buena hemos pasado antes por millones de cambios; a veces, lo que he escrito originalmente no tiene nada que ver con el resultado que obtenemos."

Para ello cuenta también Chucho con la aportación de unos músicos entregados a su obra. "Desde luego. Ellos me pueden cambiar una idea y demostrarme que es mejor que la mía, ha pasado más de una vez y espero que siga pasando." Una receta magnífica para la cohesión del grupo: "En estos casos los músicos sienten más que nunca que sus ideas son muy bienvenidas y que ellos forman parte de la música. Es un proceso de trabajo muy similar al que teníamos en Irakere."

Se terminó el partido de fútbol y, sí, España se ha convertido en campeona del mundo. Dejemos ahora paso a la música, por fin. Denle al play. Empezamos nuestro recorrido por Chucho's Steps de la mano de su creador.

Las dos caras

"Empezamos el disco por esta pieza por sugerencia de la discográfica europea (Harmonia Mundi), porque en principio yo había pensado empezar por Zawinul's Mambo [ahora tercer corte del disco]. El número comienza como un número funk-jazz, rock-jazz, y se transforma en la mitad del camino en el más moderno estilo de jazz latino. Los solos de la trompeta están dentro del estilo del funk-jazz, y la transición es imperceptible, de una cara a la otra, por eso las dos caras. Cuando pasa a la parte latin es a base de un cierre complicadísimo, y viene entonces el solo de piano, que mezcla el jazz con sonidos afrocubanos."

Según Chucho, "la idea de usar una trompeta y un saxo tiene mucho que ver con los Messengers." "Tuve durante mucho tiempo—reconoce—una gran influencia de los Jazz Messengers; Art Blakey usaba muy a menudo trompeta y saxo, o trombón y saxo, o los tres metales juntos, pero generalmene en la década de los 50 eran Hank Mobley y Donald Byrd. Restringí el volumen para acercarme más a los Messengers." Intervienen entonces las percusiones de Dreiser Durruthy: "Su entrada es lo que hace real el estilo de la banda, el sonido afrocubano, la combinación tan poderosa de congas, batá y batería. No es fácil meter los batás en un discurso jazzístico serio."

Danzón

"Lo tocábamos con Irakere, con Carlos Averhoff al saxo soprano, pero nunca se llegó a grabar. Después lo grabó Paquito D'Rivera, también lo toco Germán Velazco con Irakere, pero yo estaba convencido de que iba a sonar mejor en el tenor." Chucho había cambiado de opinión. "Es verdad —sonríe—. En 1975 el mismo Averhoff me proponía hacerlo en el tenor, y yo no le hice caso. Pues tenía él razón." El Danzón permite lucirse a Carlos Manuel Miyares, autor de un solo antológico: "Es un solo con muchas raíces jazzísticas. Hay tres y hasta cuatro generaciones de músicas ahí. Su sonido es precioso, y sus ideas fantásticas. Es un músico que toca con mucho deseo y muy inspirado. Es increíble cómo se metió dentro de la música."

Zawinul's Mambo

Este mismo verano, durante una entrevista en la cadena de radio France Inter, le pusieron a Chucho un fragmento de la entrevista que en verano del 2007 le hicieron a Joe Zawinul en la misma emisora. "Durante la conversación le hicieron escuchar Zawinul's Mambo, que ellos tenían grabado del festival de jazz de Marciac, y Joe dijo que se sentía muy honrado y feliz por el hecho de que yo le hubiera dedicado esa música." Hasta ese día, Chucho creía que su amigo se había muerto sin haber podido escuchar la pieza dedicada a él. "Me alegró mucho saber que la había podido escuchar. Me regalaron la cinta con su entrevista, y ahora es un tesoro para mí."

Zawinul fue siempre una referencia para Chucho. Se vieron por última vez ese verano del 2007, en julio, dos meses antes de que el pianista austriaco muriera, cuando ambos coincidieron en el festival de jazz de Canarias. "Yo estaba de gira con Bebo, Mayra y mi cuarteto, y tuvimos ocasión de conversar un buen rato. Me dijo que estaba muy contento de que le hubiera dedicado esta pieza, y de lo que yo estaba haciendo en ese momento: tocar el piano." De hecho, Chucho da todo el crédito a Zawinul respecto a la creación de su cuarteto: "Cada vez que nos veíamos él me decía que tenía que tocar más piano, concentrarme en formatos reducidos. Por fin en 1997, en la Martinica, yo estaba con Irakere y con Crisol, el grupo de Roy Hargrove, y me encontré en el lobby del hotel con Joe, que me preguntó qué estaba haciendo. Le dije que estaba con Irakere y con Hargrove, y me respondió: 'Fantástico, pero hace mucho tiempo que te dije que tenías que montar un trío o un cuarteto y tocar más piano. ¿Cuándo lo vas a hacer de una vez?' Tres meses después ya estaba en ello."

Zawinul's Mambo es un auténtico tour de force rítmico, con Juan Carlos Rojas, el Peje, y Yaroldi Abreu manteniendo el timón en medio de una apoteosis polirrítmica. En aquella gira citada del 2007, en la que Bebo se sumaba al grupo de su hijo a medio concierto, el patriarca no se perdía nunca este número sentado a un lado del escenario. "Es complejo, sí, estuvimos trabajando en él casi un año y medio. Hay una cita de Birdland, le introduje un mambo y una combinación rítmica para improvisar, y ahí metimos la clave y el tumbao, pero la métrica es siempre muy complicada." Zawinul's Mambo supone, además, un ejemplo notable de la colaboración creativa entre Chucho y sus músicos: "Es verdad. El mambo entraba primero en un lugar más alejado del inicio, pero el Fino me propuso poner el mambo al principio del tema, lo ensayamos, y al final realmente es mejor donde está ahora, gracias a su sugerencia."

Chucho, claro, sabe que Bebo se volvía loco de placer cuando escuchaba esta pieza en directo, aun a pesar de las diferencias estilísticas entre su propia poética y la de su hijo. "Mi estilo es distinto al de Bebo —reflexiona Chucho—. No sé si es una consecuencia, quizás una continuación, porque a partir de Bebo yo llegué aquí. Quizás hay más Bebo en el Danzón, porque él tiene una profundidad increíble en sus melodías, pero quizás por eso le gusta tanto este número: es bien distinto de lo que él hizo."

Begin To Be Good

Begin the Beguine, de Cole Porter, se estrenó en el musical Jubilee en 1935, apareció luego en la película pseudobiográfica Night and Day —1946, cantada por Carlos Ramírez— y fue célebremente versionada por muchos artistas, entre ellos una de las influencias capitales para Bebo y Chucho, Art Tatum. "Yo tuve la suerte en mi formación musical de aprenderme todos los estándares cubanos, y además cómo los aprendí. Muchos a través de Bebo, otros a través de lo que escuchaba en la radio y en los discos que había en la casa. Pero para mí también fue muy importante el cine musical americano, que aprendí a ver con mi familia. Todas esas películas de Gene Kelly y Judy Garland me influyeron mucho, y claro, las veíamos en versión original." "Éramos —prosigue— una familia muy musical, no sólo Bebo. Y una de las canciones favoritas de la casa era Begin the Beguine. Fue un exitazo. Todo el mundo en mi casa la cantaba."

"Usé el ritmo, el beguine, pero con variaciones, y dándole el guiño del que habla el título, empezando a ser bueno, una referencia a la infancia. Al final ha salido un número con un sabor cubano muy propio. Además, contiene un solo de trompeta espectacular, de Molote, uno de los más brillantes improvisadores que conozco."

New Orleans

La relación entre Cuba y Nueva Orleans, capital para el jazz, tiene aquí un homenaje particular, centrado en la familia Marsalis. "Conocí a Ellis Marsalis en 1979, en un festival de jazz en México. Yo iba con Irakere, y él se quedó maravillado con nuestra sección de metales, con Arturo Sandoval y Paquito D'Rivera, y me dijo que les iba a hablar de nosotros a sus hijos, que estaban estudiando instrumentos de viento. Años después, en 1983, en el North Sea Jazz Festival, me vino a ver un jovencito a quien yo había visto tocar en el quinteto de Herbie Hancock. Era Branford Marsalis, y me dijo que su padre le había hablado mucho de nosotros. Allí empezó mi amistad con ellos."

New Orleans tiende así un puente que tiene la virtud de sonar al mismo tiempo a cubano y a la ciudad de Luisiana, con un empaste en la sección de vientos que, según cómo se mire, puede ser muy Nueva Orleans o muy habanero. La historia, dice Chucho, ha tendido antes puentes sólidos entre ambas culturas: "No hay que olvidar que cuando La Habana fue tomada por los ingleses en 1762, canjearon la Luisiana por La Habana."

Yansá

El próximo 9 de octubre, Chucho Valdés (Quivicán, 1941) cumplirá 69 años. Pero su pasión por la música sigue siendo la misma que cuando, en su juventud, escuchaba a escondidas las emisiones de Voice of America o cuando seguía el programa de radio de Horacio Hernández (padre del batería del mismo nombre), auténtica educación sentimental para varias generaciones de cubanos: "Era una fuente de información tremenda, una luz, se lo sabía todo." Ciudad a la que llega, Chucho asalta las pocas tiendas de discos aún existentes (todavía anda buscando discos del contrabajista Sirone, una de las últimas recomendaciones de Hernández), y no deja de preguntar y pedir recomendaciones a amigos y conocidos. Así le llegó, hace ya casi cuatro años, el consejo de que escuchara a un pianista que ya estaba dando que hablar por aquel entonces: Vijay Iyer.

"Este tipo está tremendo. Lo oigo constantemente. Es fantástico. Es una de las pocas cosas que he oído recientemente que me han impactado." ¿Y qué tiene que ver Iyer aquí y ahora? "Yansá tiene la onda que me dejó haber oído a ese pianista, y lo mezclé con yansá, una entidad yoruba muy importante. Yo nunca había escrito una cosa en esos compases, y en cambio he observado que él toca mucho en estos compases; así me vino la idea, lo mezclé con nuestro sello, la afrocubanía, porque el legado rítmico de la música yoruba se presta mucho para mezclar con esas cosas, le dan un sonido muy particular, lo africanizan mucho."

Yansá pone el foco, además, en Dreiser Durruthy, un músico que ya había participado años atrás en un corte de una grabación de Chucho, New Conceptions (Blue Note, 2003), y que canta en lengua lucumí, "el corazón de la santería." "Es el músico más sobresaliente de las nuevas generaciones cubanas. Se conoce el folclore de la calle al 100%, pero también es graduado de danza y percusión del ISA [Instituto Superior de Arte]. Es decir, tiene dos cosas que son muy difíciles de combinar: es santero de la calle y al mismo tiempo tiene una formación académica muy completa. Es decir, que tiene dos graduados." La combinación entre Durruthy y el percusionista del cuarteto, Yaroldi Abreu, es, dice Chucho, "mágica, da un color a la banda único." Su voz suena intemporal, le sugiero a Chucho, es contemporánea pero puede pasar por añeja. "Le dices a alguien que esta voz, con el sabor que tiene, es de un cantante de 80 años y se lo cree," confirma.

Julián

Julián está dedicado al hijo menor de Chucho, que en octubre cumple 4 años. ¿Tiene acaso un aire a lo Keith Jarrett, a su cuarteto americano? "En efecto, es mi periodo favorito de su obra," confirma Chucho. "Respecto a los estándares, su música original dice armónicamente otra cosa, y él también improvisaba de otro modo entonces." "No quiero decir que los estándares tocados por Jarrett no me gustan —puntualiza—, porque tengo todos sus discos y me gustan mucho, y a él le considero uno de los más grandes pianistas de todos los tiempos, pero sí puedo decir que prefiero su música original, canciones como My Song, que es muy linda. Hizo discos del carajo en esa época, en solo o con sus dos cuartetos, el americano y el europeo, Facing You, Belonging, The Köln Concert, Death and The Flower ... Para mí eso fue lo máximo. Había una frescura y una chispa tremendas en esos discos. Yo no se cuántos millones de veces los escuché, tanto que me aprendí todos los solos. Los escuchaba con Paquito [D'Rivera], que tenía los discos, y yo los grabé en casete."

Chucho's Steps

El número que titula el disco es también el que lo cierra, homenaje nada disimulado a John Coltrane, con un clásico relacionado también poéticamente con los estímulos de la obra reciente de Chucho: "Giant Steps es una secuencia de acordes que resulta incómoda para improvisar, no fue una secuencia común en el tiempo de Coltrane. En nuestro caso, creo que tenemos aquí una secuencia preciosa, pero que es al mismo tiempo un laberinto. Son 50 compases que no se repiten nunca y que se parecen." "A mí mismo, y fui yo quien lo compuse, me ha costado mucho trabajo pasar por encima de ello y conseguir tocarlo con fluidez."



Coda

El disco ya terminó de sonar, y hace ya casi dos meses que España es campeona del mundo. Al otro lado del ordenador (gracias, Skype), Chucho responde desde Taipei, camino de Macao. Estamos a finales de agosto. Ahora sí que se puede decir que los pasos de Chucho han hollado los cinco continentes. ¿Cómo ha sido recibido el trabajo en directo? "El concierto ya no tiene nada que ver con lo que pasaba en julio," responde. "El grupo está mucho más cohesionado, la música fluye con una naturalidad que incluso a mí me sorprende. Creo de verdad que es una de mis etapas más ricas." Dos días después, ya en Macao y camino de Australia, Chucho se ha quedado sin dormir una noche para componer una nueva pieza, Rumba pa Julián: "Es una rumba típica cubana que se convierte en blues, aunque con armonías que no son las usuales, y termina en guaguancó." En Macao, el 1 de septiembre, Chucho estrenó la nueva pieza que incorporará al repertorio, y se siente exultante tras comprobar cómo quedó con el grupo: "Hay que conocer muy bien la historia de la música afrocubana y la del jazz para tocar esta rumba, y ha salido tal como yo esperaba."

El futuro próximo incluye más viajes: una espectacular y muy esperada gira por Estados Unidos (del 9 de octubre al 1 de noviembre) y una decena de conciertos en Europa en otoño, entre ellos dos fechas españolas: Barcelona (Palau de la Música, 17 de noviembre) —donde Chucho será además protagonista de su primer blindfold test para DownBeat— y Zaragoza (Auditorio, 20 de noviembre). Estados Unidos es, claro, uno de los lugares clave para Chucho, que no toca ahí desde el fin de año del 2003. "Sé que hay muchas expectativas, y yo también tengo curiosidad por ver cómo me recibe el público y la crítica." Sin menospreciar las demás, las tres citas de Nueva York son muy especiales para él: 22 y 23 de octubre en la Allen Room de Jazz at Lincoln Center, y 1 de noviembre fecha única, en formato de cuarteto, en el Village Vanguard, el legendario club de su amiga Lorraine Gordon, que considera a Chucho, simplemente, un genio.



Antes, a principios de octubre, Chucho recibirá en La Habana a Wynton Marsalis y la orquesta del Lincoln Center en la que va a ser su primera visita a Cuba. "Vamos a hacer dos conciertos juntos, uno con mi banda y la big band del Lincoln Center, y otro con un grupo más pequeño con los músicos de Wynton y yo como invitado." Para el primer concierto, Chucho ha retomado su célebre Misa Negra. "Es una versión para big band que he escrito durante la gira, volando de un lado a otro y sin piano." Según Chucho, "es un estreno, porque la versión es muy diferente," con cambios que afectan por ejemplo "todos los cantos yoruba del original" y con nuevas partes para trompeta "escritas especialmente para Wynton."

A punto de cumplir 70 años, desde el otro lado del mundo, Chucho cambia los papeles e inquiere: ¿qué has visto en los festivales de verano?; ¿qué pasó en Newport?; ¿quién ha estado tocando en Nueva York últimamente?; ¿ha salido algún disco nuevo que merece la pena? Le respondo que pocos músicos de su edad conoce uno con tanta pasión por la música, siempre dispuesto a comprar (¡todavía!) discos. ¿No se cansa? "Por Dios, nunca va a pasar eso. Me acuerdo de que cuando tenía 19 años me hicieron una apuesta. Bebo acababa de salir de Cuba, y yo trabajaba como pianista en el Teatro Martí, que dirigía entonces Emilio Peñalver. En el descanso, que era de 6 a 9 de la tarde, yo me iba con Emilio del Monte [batería de los primeros grupos de Chucho] a las descargas, las jam sessions. Los otros músicos, que eran mayores que nosotros, nos decían que eso lo hacíamos porque éramos jóvenes; que se jugaban lo que fuera que cuando tuviéramos su edad ya estaríamos cansados de tanta música. Me sentí muy triste y me pregunté si sería verdad que a uno, con la edad, se le muere el deseo de escuchar música. Pues mira, estoy a punto de cumplir 69 años y para mí todo eso es mentira. Yo estoy igual, incluso hasta con más deseo de aprender y de descubrir cosas. La música no tiene fin."

Fotografías: Alejandro Pérez

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