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Stefano Bollani, retrato múltiple de un grande ubicuo

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De niño me contaron que la música clásica era la seria y que las otras no valían nada. Luego descubrí el jazz y me dijeron que era de intelectuales, así que no entendía nada
"Bollani è un grande, ma... ha il dono dell'ubiquità? E' dappertutto!"

Así, en un comentario escrito en Facebook, expresaba su perplejidad una persona ante la constante presencia de Stefano Bollani (Milán, 1972) en los medios de comunicación italianos, tanto por su actividad en concierto (el pianista es, según muchos promotores italianos, seguro de venta de entradas, incluso por encima de los grandes nombres del jazz venidos de Estados Unidos) como por su reciente paso por televisión. Fueron seis programas en RAI3 titulados Sostiene Bollani, cuya sexta y última entrega, el pasado 23 de octubre, obtuvo un 8,85% de share y, lo que acaso es más importante, un núcleo importantísimo de personas encantadas con encontrar por fin en televisión (aunque los domingos a última hora de la noche) un programa culto e irónico que, fiel al estilo Bollani, proponía conversación desenfadada y música de todo tipo en directo, con notable presencia de grandes del jazz italiano como Paolo Fresu, Gabriele Mirabassi y Enrico Rava, pero también músicos de generaciones más jóvenes como Petra Magoni, Gianluca Petrella y Ferruccio Spinetti. "Lo que queríamos con este programa es hacer música, no dar miedo," resume Bollani.

Para el periodista de Il Messaggero Marco Molendini, una buena manera de acercarse a Bollani es comparándolo con el célebre transformista Leopoldo Fregoli: "Bollani es inaprehensible en sus múltiples mutaciones, que para algunos son incluso demasiadas." "En realidad —continúa Molendini— ésta es la esencia verdadera de su fenómeno. Ser riguroso es negar el rigor. Y todo en él desencadenado por una sensibilidad insólita dominada por una arrebatada voluntad de ser entendido (¿pero no es ésta la misión de todo artista?), sin por ello renunciar a sus ideas. Que son tantas."



Tantas ideas. En efecto, en menos de un año Bollani ha podido ser visto a dúo con Chick Corea, con quien acaba de publicar el disco Orvieto (ECM, 2011); en solitario; con su trío danés; con su quinteto italiano —I Visionari—; con un proyecto alrededor de Frank Zappa que incluye a músicos como Jim Black, Larry Grenadier y Josh Roseman; interpretando su música en formato orquestal con la NDR Bigband de Hamburgo, y finalmente tocando como solista con la Gewandhaus de Leipzig música de George Gershwin. Y la lista no es, en absoluto, exhaustiva.

A Bollani le gusta el movimiento, la diversidad. A finales de agosto, él fue el protagonista del ciclo Piano & Jazz, cuyos conciertos se celebran en Villa Arbusto, en Lacco Ameno (Ischia). Sentado en los jardines del Albergo della Regina Isabella, patrocinador principal de esas intensas jornadas, Bollani reconoce que es "un sueño" poder tocar tres noches consecutivas con grupos distintos, mostrar al público así, de una tacada, tres caras de su muy polifacética personalidad. "No quiero decir que sea un tormento, pero es verdad que cuando estás de gira con un grupo hay momentos en que piensas que un poco de variedad no estaría nada mal, y esta oportunidad es única: tengo a dos de mis grupos [el quinteto I Visionari y el trío danés] y a Hamilton de Holanda, y en sólo tres noches toco con cada uno de ellos. Es ideal, y éste uno de los pocos sitios donde se puede hacer esto. Para el público es, creo y espero, muy divertido."

Divertirse no es palabra hueca en el universo bollaniano. Para el batería Jeff Ballard —con quien el pianista ha compartido escenarios y el disco New York Days (ECM, 2008) en el quinteto de Enrico Rava y en su aventura con la NDR, Big Band! (Verve, 2011)— lo que hace a Bollani tan especial es "su inteligencia y su rápido humor; sus extremos en lo serio y en lo cómico. Es capaz de pasar de una gran delicadeza a una jovial chifladura de un instante al otro." Para Carlo Pagnotta, director artístico de Umbria Jazz y que desde su cargo ha sido testigo excepcional del crecimiento del pianista, Bollani también es especial por "la manera cómo se enfrenta al público con su humor." "Una imaginación audaz; un sentido del humor salvaje; un profundo liricismo." Así define al pianista milanés, aunque toscano de adopción, el periodista Thomas Conrad, colaborador de Jazz Times. "La velocidad de pensamiento, la capacidad de improvisación y el sentido de diversión con el que gestiona ambas características," opina Filippo Bianchi, jefe de redacción de la revista Musica Jazz. Una personalidad múltiple que inspira a Flavio Severini, asesor musical del Parco della Musica romano, a definirle así: "Citando a Walt Whitman: '¿Que yo me contradigo? / Pues sí, me contradigo. Y, ¿qué? / (Yo soy inmenso, contengo multitudes.)' Stefano lo es todo, pianista extraordinario, artista, funámbulo del teclado y de la palabra." "Un gran artista —prosigue Severini— que divierte y se divierte."

Tiene razón Severini. Bollani divierte. Es un artista que vive el directo con pasión y sin complejos (¿quizá influencia de sus años al lado de iconos del pop italiano como Jovanotti?). Hasta el punto de que él mismo reconoce que el público es una de sus principales fuerzas motrices, y pone como ejemplo una anécdota de su relación con Gershwin, Riccardo Chailly y la Gewandhaus de Leipzig (el disco resultante fue publicado en Italia en el 2010 e internacionalmente en el 2011): "Hay un pasaje del Concierto en fa para piano y orquesta que nunca me salía, ni ensayando solo ni con la orquesta," cuenta. "Era un drama, me sentía avergonzado ante tantos músicos de orquesta de primer nivel. Pero cuando lo tocamos en directo, con el público, salió sin problemas. Me di cuenta entonces de que realmente tengo necesidad de la adrenalina que me da la audiencia. Sin el público no hubiera tocado ese pasaje correctamente."



La relación del pianista italiano con la Gewandhaus de Leipzig tendrá continuidad con un nuevo disco, dedicado a Maurice Ravel, un compositor bastante más interpretado por los pianistas clásicos que Gershwin y, por eso mismo, una operación bastante más arriesgada: "Me ha convencido Riccardo [Chailly], y tengo mucha curiosidad por saber qué puedo añadir yo a Ravel, porque después de grabaciones como las de Martha Argerich, Arturo Benedetti Michelangeli y Krystian Zimerman, entre otros, parece que no hay necesidad alguna de una nueva grabación," reconoce. Aun así, Bollani se siente "preparado" y considera que "quizá" puede añadir "un punto de vista jazzístico a un concierto [en sol mayor] que tiene mucho de jazz; hay incluso un poco de las baladas de Billy Strayhorn en el movimiento lento." "Ahí es donde yo creo que Riccardo quiere que le ayude: a explorar esa vertiente jazzística de Ravel."

Explorar es un verbo que Bollani usa a menudo, como cuando habla de su relación con la música brasileña, que conoció a través de la cantante italiana Barbara Casini: "Ella me lo hizo conocer todo sobre Brasil. Me gusta el lugar, la idea que hay allí de que los géneros musicales tienen fronteras muy vagas. A ellos esta división de la música por géneros les hace reír. Un sambista sabe quién es Heitor Villa-Lobos, un clásico coge la guitarra y toca una canción, Chico Buarque hace samba pero es un intelectual... Yo diría que esto no es así en Europa, o al menos en Italia, donde un cantautor como Gilberto Gil no es posible: culto, abierto, ecuménico." "Quizá es un problema religioso —sigue—: yo amo el sincretismo, no la religión católica." De todos modos, puntualiza: "Lo que yo hago es robar—bromea—. Escucho a los músicos que me interesan e intento aprender o tomar algo de ellos." Y en cuanto a los géneros, recuerda Bollani sus inicios: "De niño me contaron que la música clásica era la seria y que las otras no valían nada. Luego descubrí el jazz y me dijeron que era música banal, que iba a perder mi técnica si tocaba jazz, pero por otro lado los amigos me decían que era música de intelectuales, así que yo no entendía nada." "En la cabeza de un músico—remata Bollani—no tienen que existir géneros músicales. La historia de la música usa una serie de palabras (sonata, sinfonía, lied, romanticismo, dodecafonismo...) que sirven para definir algo que es producto de la fantasía, y la fantasía no tiene géneros." Le da la razón Stefan Gerdes, productor de la NDR de Hamburgo: "Su manera de tocar unifica todos los sonidos del universo. Cuando Stefano se pone al teclado, su sensacional independencia de manos invita al mundo entero a bailar más allá de fronteras estilísticas, llámense jazz, canción romántica italiana, funky grooves o música brasileña."

"Stefano es un gran músico, con un corazón enorme, una técnica depuradísima y un oído armónico increíble," le define uno de sus últimos compañeros en escena, el mandolinista Hamilton de Holanda, que también recalca "su carisma para seducir a tanta gente" "Tocar con él es una mezcla de provocación en el buen sentido con una gentileza que deja a la música fluir. Marca goles, pero también da los últimos pases." Generosidad, lirismo, diversión. "Es rarísimo encontrar a un músico que lleve su erudición con tanta ligereza, para quien la música sea una diversión tan seria," tercia Ted Panken, de DownBeat. "Bollani es un intelectual con humor, un surrealista del jazz siempre cercano a su audiencia."

El pianista (y a menudo también vocalista) es, no hay dudas sobre ello, un tipo con sentido del humor, una enciclopedia viviente —"le recuerdo una noche en el camerino, antes de un concierto —interviene de nuevo Ballard—, en que empezó a cantar todo tipo de canciones italianas, antiguas y nuevas. Cantando las letras sin parar, con convicción y gusto. Canción tras canción, perdí la cuenta de cuántas cantó"—, y un artista con una ambición —por qué no decirlo— desmedida: "Es uno de los grandes músicos de hoy," piensa el contrabajista Larry Grenadier: "Combina una técnica excepcional con una tendencia a la aventura. Es osado en sus ambiciones y resultados porque tiene los medios para serlo. Cada vez que tengo la oportunidad de tocar con él sé que será un viaje musical." Y un tipo, recuerda Conrad, que además de su característico buen humor, puede asimismo tocar el piano con un lirismo desatado: "Pocos músicos te pueden provocar la carcajada y hacerte caer de la silla, y al instante siguiente romperte el corazón."

Caramba. Tomémonos un respiro. Regresemos a Italia. ¿Se puede hablar de jazz italiano más allá del pasaporte común? "Somos todos muy distintos—responde Bollani- -no existe una escuela. Artistas como Paolo Fresu, Enrico Pieranunzi y Gianluigi Trovesi ofrecen tres mundos completamente diferentes. Bérgamo y Nápoles son dos universos distintos, como Cerdeña y Milán. Quizá hay países donde se toca de un modo parecido, con ciudades que son un centro por sí mismas, pero no es el caso de Italia, donde se toca jazz un poco en todas partes, no hay una escuela propiamente dicha." "Somos todos bien distintos — concluye—, es muy complicado, pero también muy bello, ¿no?." ¿Y nunca le ha tentado irse de Italia, instalarse en Estados Unidos? "La verdad es que no," contesta Bollani, para quien, no obstante, la escena americana ofrece muchas enseñanzas a la escena europea: "Un joven de Estados Unidos trabaja de un modo verdaderamente salvaje. Un europeo puede tocar en un festival, le llevan en coche, le afinan el piano. Estoy generalizando, claro, y por supuesto no digo que esté mal todo ello, pero a veces pienso que es una lástima que no se sude de verdad como en Nueva York." "Estamos quizá un poco viciados en Europa —concluye—. Yo en Nueva York he visto a músicos que tocaban para sólo cinco personas, pero con un entusiasmo y una energía únicos."



Termina nuestra conversación. Le pregunto a Bollani por sus conciertos a piano solo, como el que le llevará a Barcelona el próximo 12 de noviembre, dentro de la semana Umbria Jazz Barcellona, fruto de la colaboración entre Umbria Jazz y el Voll-Damm Festival Internacional de Jazz de Barcelona. "A veces tocar solo es una liberación," contesta. "A mí me divierte mucho, no dependo de nadie, cambio las piezas, acelero o voy más lento según el día, cambio tonalidades, busco. Aunque a veces me complace más tocar en trío, con otras personas que van en la misma dirección; en solitario no puedo aburrirme, porque no me ayuda nadie y, si yo no me lo paso bien, el público lo nota." Aburrirse no, seguro que no: son conciertos que suelen terminar con un bis en el que Bollani pide a la audiencia que le proponga canciones, que él acabará tocando en una suerte de medley alocado. Melodías, por cierto, que él puede conocer o no: propóngale una canción a Bollani; si él no la conoce, se la hará tararear allí mismo para aprenderla al vuelo y al final acabará incluida en su particular y desternillante tour de force. "Stefano es un músico dotado de verdad," habla Chick Corea. "Parece que en su mente no haya restricción alguna para hacer música, lo que da a sus interpretaciones un sentimiento que parece ilimitado. Añadámosle que su destreza como pianista y compositor es extraordinaria, y todo ello da como resultado una singular proclama artística."

Bollani es, atrévamonos a decirlo, un seductor. Le gusta agradar, pactar y—como se ha dicho antes—divertirse divirtiendo, dar goles pero también asistencias. "Cuando sientes que uno está conduciendo al otro al final te cansas," define él mismo sobre el trabajo en colaboración de los músicos. "Es como una pareja: si uno quiere hacer trekking y el otro ir al cine, pues hay que ponerse de acuerdo para hacer todas las actividades que gustan a los dos, no sólo una." Por ello se siente Bollani tan cómodo con uno de sus mentores, el trompetista Enrico Rava, en cuyo quinteto empezó el pianista a ganar notoriedad. "Con Rava, 9 de cada 10 veces no sé quién está llevando la música. Vamos juntos al mismo sitio, sin pensar quién ha iniciado este camino, quién hace el solo y quién acompaña. No existe el ego del jazzista que hace un solo. Vamos juntos. En cambio, cuando trabajas con un cantante pop es distinto: es inseguro, prefiere no moverse de su parte. No está mal, es un código que funciona, pero no es el del jazz."

Nadie mejor, en consecuencia, que Rava para terminar nuestro retrato múltiple de Bollani: "Tiene un talento musical único. Pero aparte de esto, es una persona culta, inteligente, creativa y dotado de una memoria increíble. Tiene la capacidad única de saber entrar con naturalidad en cualquier situación. Desde el jazz más ortodoxo al free jazz. Toca música brasileña mejor que cualquier pianista brasileño, y puede tocar un tango como ni los grandes maestros de Buenos Aires. Y es también un intérprete extraordinario de música clásica. No creo que haya otro pianista como él hoy."

Difícil poner en duda la afirmación de Rava.

Fotografías: Oliver Tomas Cervera (concierto) y Alessandro Demycost (entrevista). Cortesía de Ischiacity.

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