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43 Voll-Damm Festival de Jazz de Barcelona: Michel Camilo, Madeleine Peyroux y Buena Vista Social Club

43 Voll-Damm Festival de Jazz de Barcelona: Michel Camilo, Madeleine Peyroux y Buena Vista Social Club
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Michel Camilo 'Mano a Mano' con Charles Flores y Giovanni Hidalgo
43 Voll-Damm Festival Internacional de Jazz de Barcelona
Palau de la Música Catalana
16 de noviembre de 2011

Algo debe de tener el Caribe para que de las tierras que bañan sus aguas emerjan cada tanto músicos volcánicos, mercuriales, de potencial arrollador y sensibilidad incuestionable. De allí llegaron Chucho Valdes, Omar Sosa y Michel Camilo, entre otros. La tríada ha mantenido una fecunda relación con Barcelona, como resulta fácil reseguir en sus biografías. En el caso que nos ocupa, sigue muy viva la Rhapsody In Blue que el dominicano grabó junto a la Orquestra Simfònica de Barcelona (Telarc, 2005). Su nueva visita a la ciudad viene precedida por la aparición de Mano a mano (Universal, 2011), un regreso al formato trío, aunque con una novedad notable: la batería de Dafnis Prieto (que a su vez reemplazó a Horacio "El Negro" Hernandez) se trastoca en congódromo por arte y parte de polirrítmico Giovanni Hidalgo. Sigue al frente del bajo el incansable Charles Flores, que cogió el testigo de Anthony Jackson y lo cubrió con la pulsión cubana, esa que tantas alegrías le ha dado al instrumento (de Anthony Jackson a los Beastie Boys). Al reencuentro del piano con las tumbadoras cabe añadirle la exclusividad del propio concierto, pues el trío vino ex profeso para el Festival. Se habla de reencuentro por el recuerdo de aquel lejano ya Hands of Rhythm (Rmm, 1997), en el que Hidalgo contó con el dominicano para dejar constancia de su arte.

El repertorio venía marcado a fuego por la salida del nuevo disco, con lo que los números rondaron el ámbito festivo y canalla de las composiciones a las que ya ha acostumbrado a su público Camilo. En este caso sobresalieron el boogaloo de Lee Morgan "The Sidewinder," la "Rumba Pa' Ti" y la estupenda "Mano a mano" que da título al álbum. Pero no todo es lava en el toque del pianista, también hay espacios reflexivos y plenos de sentimiento. Ahí está la "Naima" de John Coltrane para atestiguarlo, a ritmo bacuá, sobre la que Hidalgo pasó como si sus falanges fueran escobillas de terciopelo. En cuestiones de percusión, Hidalgo se acerca a las distorsiones temporales que Beny More aplicaba a sus números vocales: adelgazan o estiran el tiempo a su antojo, siempre dentro de una suerte de compás interno que les hace insustituibles y únicos en sus respectivas especies.



Algo parecido puede empezar a pensarse del estilo pianístico de Camilo: la voz dominicana se filtra en su pulsión, en sus modos de apropiarse de la sonoridad caribeña, lo veloz y lo pausado a un tiempo, la vida y lo que hay más allá de ella en el espacio de dos notas superpuestas. Cuando recorre el piano parece que huya de algo, pero luego vuelve sobre sus pasos a la misma velocidad, para asegurarse del camino recorrido, o bien para enfrentarse al miedo con lo que se deja atrás. No teme, pelea, punch tras punch (lo suyo es el golpeo, lo rítmico, el combate por KO más que por puntos). En esa labor se encuentra sobradamente flanqueado por Charles Flores, que sigue al pie de la letra lo propuesto por el líder (repizca como los dioses), y Giovanni Hidalgo, con cinco tumbadoras, juego de malabares, conga y timbal. El genial Octopus Man hizo gala de su pacto con el diablo, al que no sólo le hizo creer que le vendía su alma, sino que bajó al Infierno, subió cargado de tesoros y encima le robó la cartera al Caído sin que éste se enterara (iluso, todavía la busca).

Del guaguancó al bolero, la velada transcurrió con la sensación de que lo mostrado encima del escenario sólo podía surgir con ese trío, lo que le otorga el sentir único que lo hace tan especial. Hubo artillería, doble bis, Palau entregado y alimento para meses. Como solía decir Cachaíto, "siempre con swing"; pues bien, estos tres gigantes conjugan un mismo discurso e intención musical, lo que es tan extraordinario como infrecuente. Ése es su triunfo, que también es nuestro cuando nos dejamos conquistar por el idioma de la genialidad.

Madeleine Peyroux

43 Voll-Damm Festival Internacional de Jazz de Barcelona

Palau de la Música Catalana

17 de noviembre de 2011

Ya es lugar común que los artistas que visitan el Palau de la Música Catalana hablen de él como la mejor sala de conciertos en la que han recalado a lo largo de su carrera y viajes. Madeleine Peyroux no iba a ser una excepción, y ardió en elogios a la sala, no es para menos. El caso es que sus incondicionales se lo agradecieron sobradamente (hasta la pequeña Andrea Motis, junto al sempiterno sombrero de Joan Chamorro —en lugares cubiertos no, please, por eso del decoro—, tomó nota de los fraseos de la canadiense). Decir que el concierto lo tenía ganado desde el inicio no sorprenderá a nadie, así que esta diva asombrada tiró al frente y encaró con "Don't Cry Baby" y la electrificada "Don't Wait Too Long," donde ya dejaron constancia de su arte Gary Versace y el sobresaliente Mark Goldenberg, que tiene tanto oro en su apellido como en las brillanteces que extrae de la guitarra, hasta el punto de no echar de menos a Marc Ribot, y eso es mucho decir, desde luego. En el repertorio de la cantante cabe Bob Dylan ("siempre triste, incluso en los momentos alegres") y Robert Johnson (una de las revisiones más sombrías de "Love In Vain" que se recuerda); es decir, la tradición folclórica norteamericana que escarba en las raíces y que entronca con la juglaría callejera de la chanson de tintes neohippies, tan querida por estos lares.

Mientras, las musas del Palau hacía su trabajo: iluminaban el camino al grupo, ofrecían sendas propicias al amor, al ensueño, a pasiones de pequeña escala, pespunteaban historias de desencuentros, y hasta hacían como que no escuchaban cuando Madeleine decidió llamar al poeta español universal Gabriel García Lorca (sic). Fueron cayendo "La Javanaise," "Dance Me To The End of Love" y otras tantas del disco que la ha vuelto a poner en gira, el maduro Standing On The Rooftop (EmArcy, 2011). Hubo tiempo para un repaso a sus trabajos previos, todos ellos de gran nivel. Es cierto que últimamente fuerza los fraseos hasta llevarlos a territorios estancados, o sin salida, pero eso significa que busca límites, y eso nunca puede ser malo. Desde luego, le funcionan mejor las composiciones consolidadas que las de nuevo cuño, como era de esperar. Aun así, empieza a firmar buenos cortes. Si además se rodea de maestros como Versace (enorme a los teclados y colorista con la melódica) y genios en la sombra como Goldenberg, poco importa que la sección rítmica vaya a pata coja, su música tampoco necesita mucho más, de momento.

El público forzó varios bises, que Peyroux aceptó con buen grado y mejor humor, haciendo lo que más le gusta, retornando al tiempo en que fue chica de combo parisino, entre bulevares y espigones, con el grupo apiñado entorno a su guitarra doliente y desprendiendo calidez en cada uno de sus silabeos.

Buena Vista Social Club con Omara Portuondo

43 Voll-Damm Festival Internacional de Jazz de Barcelona

Teatre-Auditori. Sant Cugat del Vallès

19 de noviembre de 2011

Nunca una presentación fue tan acertada como esta última versión del Buena Vista Social Club, con Omara Portuondo. De eso se trató, en efecto: los supervivientes del club social más famoso de la isla se reunían bajo la dirección del trombonista original Jesús <em>Aguaje</em> Ramos y se dedicaban a repasar varios títulos señeros de la formación cubana, así como algunos estándares de larga trayectoria y mejor conocimiento entre el público hispano. Llegaron los danzones, los sones, las guajiras, guarachas y la salsa popular más verbenera ("Toma chocolate"). El grupo sabe lo que es un escenario y dispuso a tres percusionistas sin demasiado relieve para arropar y sostener a modo de contrafuertes. Sin duda, lo mejor de la instrumentación fue el joven pianista Rolando Luna, crecido en la tradición isleña del impresionismo sincopado, y el virtuosismo laudista de Barbarito Torres (de las pocas estrellas que no dispone de disco firmado a su nombre en las series de World Circuit). Lo que hace Barbarito con su instrumento va muy lejos, tanto que traspasó lo magisterial para ingresar de pleno derecho en lo descomunal. Si Tom Waits lo descubre algún día, se lo lleva y lo empareja con Marc Ribot para jalearle los ánimos y espolearle la imaginación compositiva.

A la hora apareció Omara, la gran Omara Portuondo, la reina del filin, que se había hecho esperar en demasía. Suerte que Idania Valdés, algo así como una figura de voluptuosa cadencia traída al mundo desde el territorio del ensueño, hizo la espera más liviana con su voz y su güiro. Con Portuondo la sala se vino abajo, ya no hubo medida y el público se lanzó a mover las caderas como pudo. Hubo tiempo para el recuerdo, "Tres Palabras," "Veinte Años" y la querida "Aquellas pequeñas cosas" de Joan Manuel Serrat, en deferencia al auditorio catalán, y que volvieron a hacer llorar "cuando nadie nos ve." De ahí se pasó al "Chan-Chán" de Compay Segundo y a "El cuarto de Tula." Para ese entonces todo ya se había prendido candela, y el fuego se avivó más cuando la gran dama de la canción cubana dejó caer "Cómo fue." Sin duda, a la belleza de la composición cabe añadir la insoslayable habilidad de Omara para apropiarse de la canción y hacerla suya, como si nadie más la hubiera cantado nunca. De eso se trató, de cantar, y Portuondo lo hace cada día mejor: frasea como le apetece, encuentra acentos inauditos y extrae el tuétano de las estrofas más sublimes. Sus piernas ya no son las de antes, pero su voz, ay su voz, no sabe uno hasta dónde podrá llegar esta mujer. Si sigue subiendo —y todavía tiene cuerda para rato—, las aprendices lo tendrán duro. Por fortuna, siempre podrán apuntarse al "Chanchullo," y ahí cualquiera con ganas puede ser el rey de la pista. Hasta el último rincón del Teatre-Auditori de Sant Cugat pudo comprobarlo. Quedan pocos miembros originales, pero pase lo que pase, este BVSC ya ha hecho historia.

Fotografías: Michael Weintrob (Camilo y Peyroux) y Jordi Garcia (Omara Portuondo).

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