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Tortoise, Erik Truffaz y Maria Schneider en el festival de Barcelona (y VII)

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Tortoise
41 Voll-Damm Festival Internacional de Jazz de Barcelona
Palau de la Música Catalana
18 de noviembre, 2009





En los antípodas del aspecto del buen rockero, y lejanos de la moda indie, el quinteto de Chicago Tortoise volvió a Barcelona para satisfacer a la comunidad indie de la ciudad y a algún que otro viejo rockero que se dejó caer por el Palau. Con admiración y respeto hacia el edificio y el entorno del festival de jazz, la audiencia aguardaba paciente el salto de los músicos a tan magnífico escenario.



Un set rockero —con dos baterías al frente, vibráfonos, moogs, sintetizadores, tres bajos eléctricos y guitarra— presagiaba que lo del miércoles por la noche nada tenía que ver con los estándares del jazz. De hecho, la actuación de Tortoise en el programa del 41 Voll-Damm Festival Internacional de Jazz de Barcelona es una de esas perlas que regalan los promotores del festival englobadas en la sección llamada Finestres (ventanas), dedicada a músicas no jazzísticas.



Porque Tortoise no tocan jazz, por supuesto. Si a alguien no le había quedado claro, el miércoles lo demostraron. Pero sus estructuras musicales, basadas en la potencia rítmica y en unas melodías sinuosas, mantienen ciertas similitudes con el género negro en tanto que basan sus interpretaciones en la experimentación y en la construcción de los temas a partir de unas sólidas bases, que dejan evolucionar y crecer a ritmos despiadados.



Tortoise aparecía en Barcelona para abrir la gira de su último disco, Beacons of Ancertorship. El undécimo trabajo de estudio que editan para la independiente Thrill Jockey, paradigma de la calidad rockera de los 90 y de la primera década del siglo XXI. El concierto de Barcelona, salvo algún momento de un sonido mal calibrado, fue una intensa marea de emociones, texturas sonoras y ritmos frenéticos. Sin concesiones, directos a la faena, sobrecogiendo al público, con ritual interpretativo y pocas simpatías o concesiones. Al grano. Al más puro estilo rockero.



Los integrantes de la banda, magníficos multiinstrumentistas, rechazan frontalmente cualquier etiqueta que la industria intenta colocarles para catalogarlos. Post-rock, jazz, rock a secas, etcétera. Lo rechazan porque pueden. Su música es original, y su sonido muy característico. Fue un repaso asimismo a grandes éxitos de su discografía, para satisfacción de los allí presentes, salpicado por las piezas que integran su nuevo trabajo. Mucho más rudos y con melodías más complejas. Más estructurados en las bases rítmicas que en los sonidos sintéticos electrónicos.



Fue una noche memorable para constatar que la palabra jazz puede significar muchas cosas; pero, por encima de todas, significa apertura de miras, visiones amplias y poco encorsetadas. Tortoise siguen a su ritmo, escribiendo páginas de la historia de la música moderna, y son un grupo de culto imprescindible para entender los movimientos independientes musicales.





Erik Truffaz, Paris

41 Voll-Damm Festival Internacional de Jazz de Barcelona

Luz de Gas

19 de noviembre, 2009



Un día después, el trompetista francosuizo Erik Truffaz se presentó en la sala Luz de Gas como un mesías de la modernidad del jazz. Truffaz es sinónimo de sonoridades novedosas y arriesgadas. Su interés por la innovación y renovación del género queda claro en cada uno de sus intentos discográficos.



El prolífico músico publicó en 2008 un álbum triple, con discos cada uno en una línea sonora diferente y contrastada. Lejanos a su vez de las gratas sorpresas discográficas que pudimos descubrir en él a finales de los 90, con los muy valorados The Dawn y Bending the Corners, donde los sonidos sincopados cercanos al hip hop y a la música electrónica encontraban su hueco entre estructuras puras del jazz.



Luz de Gas registraba una cola de jóvenes ávidos del sonido de Truffaz. Una cola que parecía más una cola para un concierto de la última sensación de la música electrónica que para una de las figuras del jazz europeo. Acompañado por un batería y un beat boxer, el concierto fluyó por cauces poco habituales. Se le unen a los instrumentos acústicos algún que otro sonido enlatado y sampleado, utilizados en esta ocasión con un gusto relativo y en momentos poco indicados. La gran sorpresa de la noche, sin duda, fue la presencia de Sly Johnson, un beatboxer capaz de recrear las voces más espectaculares y las mejores bases para una comunión entre lo acústico y lo aparentemente electrónico, y conocido por muchos de los asistentes gracias a sus colaboraciones y giras con la cantante francesa Camille. De hecho, probablemente un elevado porcentaje del público asistió al concierto gracias a él.



De la investigación sonora de Truffaz recogida en esos tres magníficos discos, fue el proyecto Paris el que presentó en Barcelona. Revisiones de los Beatles en clave de jazz, como el famoso Come Together, y algún que otro guiño al cálido Chet Baker como una magnífica interpretación de Nature Boy fueron las notas álgidas de un concierto que, no obstante, cansó por monótono.



La trompeta de Trufazz, plana y monocolor, fue al fin y al cabo una especie de simple acompañante del vitoreado Sly y de un batería, Philippe Pipon Garcia, más que discutible que, en su afán de protagonismo, estuvo fuera de tono. El joven público, no obstante, vibró con la propuesta y constató que sí que existe una renovación en las generaciones que gustan del jazz y de la buena música. Larga vida al jazz, eso sí, con algún que otro guiño a la contemporaneidad más recalcitrante, aunque a veces sea un poco falsa. Se acaban los ambientes de whisky y cigarrillo en las boîtes para escuchar a saxofonistas afectados. La renovación sonora es tan necesaria como la renovación del público.



Maria Schneider con la Big Band de l'Esmuc

41 Voll-Damm Festival Internacional de Jazz de Barcelona

Teatre-Auditori Sant Cugat

22 de noviembre, 2009





Finalmente, el domingo el festival vivió una de sus noches más esperadas con el encargo hecho a la directora, compositora y arreglista Maria Schneider. La creadora de Windom (Minnesota) hizo durante una semana en Barcelona un trabajo de titanes: lograr que una más que joven big band que se reunía expresamente y en exclusiva para este proyecto sonara al final con carisma y propiedad.



Los jóvenes (alguno no tanto) integrantes de la big band de la Escola Superior de Música de Catalunya tenían ante sí una oportunidad única de aprendizaje profesional. El paraguas del festival de jazz de Barcelona (que habían inaugurado el 18 de octubre con un concierto dedicado a Blue Note) les cubre ya desde hace dos ediciones, pero lo del sábado en el Atrium de Viladecans y el domingo en el Teatre-Auditori de Sant Cugat fue, sin duda, una de las mejores recompensas a horas de estudio y largas noches solitarias intentando hacer sonar el instrumento con acento propio.



Una iniciativa imprescindible si queremos que nazcan estrellas del universo jazzístico en Barcelona. Quizá por el momento, quizá por los comprensibles nervios de los jóvenes instrumentistas bajo la batuta de la gran Schneider, muchos tienen una actitud todavía poco descarada y poco arriesgada. Por momentos parecía que los músicos se disculparan por tocar, y esa es una actitud que supo redirigir la directora del proyecto. Con cada minuto que pasaba, la big band sonaba más y más compacta, y los integrantes se soltaban más y más hasta llegar al cénit interpretativo en la pieza final, Cerulean Skies.



Un trabajo titánico, plagado de oportunidades para el lucimiento individual, y lleno de agradecimiento y amor por parte de Schneider hacia sus jóvenes y eventuales músicos. No destacó ninguna de las secciones por encima de las otras, una buena base rítmica, unos buenos pitos, un complejo ejercicio de integración sonora y de balance estético.



Los arreglos de Schneider son complejos, arriesgados y contemporáneos. Suenan compactos y seguros. Incluso el elevado numero de solos no molestó en una tarde mágica, que consiguió que la veterana compositora se emocionara, al final de la velada, y regalara una magnifica explicación de Cerulean Skies, obra compuesta por encargo del director de escena Peter Sellars para el festival inspirado en Mozart Crowned Hope, en Viena (en una gira que la llevó a clausurar el festival de jazz de Barcelona en el 2006 el mismo día, 5 de diciembre, en que se celebra la muerte del creador de La flauta mágica), rompiendo así cualquier barrera entre artista y público. Unificando a los presentes en una velada sonora plácida y arriesgada. Haute Musique para todos los públicos. Tarea nada fácil.



El repertorio, corto pero intenso, se basó —a propuesta del festival— en revisiones y arreglos de Schneider de las composiciones que han marcado su vida, otro granito más de generosidad de la arreglista para los músicos y el público. Desde Evanescence hasta Sky Blue, fue un recorrido singular por la carrera de una artista única. Fantástico concierto, imprescindible y necesario, una magnifica tarde de este otoño aprimaverado en el regreso del 41 Voll-Damm Festival de Jazz de Barcelona a Sant Cugat.



Fotografías: Ricard Cugat

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