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Omar Sosa: en el camino

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El pianista cubano Omar Sosa estrena el próximo 6 de noviembre en el 41 Voll-Damm Festival Internacional de Jazz de Barcelona un encargo, The Afrocuban Side of 'Kind of Blue'. "Después de mi primer proyecto sinfónico, éste es el trabajo más complejo que he hecho nunca, tanto de organización como de expectativas, de mí mismo como de la gente que está esperando el proyecto." Aclarémoslo de inicio: esta entrevista tiene truco. La estamos haciendo en mi casa, mientras Sosa aprovecha los tiempos muertos para seguir escribiendo la música que se encargó precisamente en una conversación en la misma sala en la que estamos hablando ahora: "La verdad es que hasta yo voy a tener que estudiar a fondo los papeles, porque me está saliendo difícil." "Es un honor —sigue— participar en un proyecto como éste al lado de Jimmy Cobb y de Chano Dominguez, pero, para ser honesto, es un reto peligroso, porque yo nunca lo hubiera hecho por mi cuenta y al final me han salido un montón de ideas." "Lo que nos han propuesto ustedes a Chano y a mí —bromea— es ponernos como diana. Tirarnos al ruedo del circo romano, a ver qué pasa. Pero bueno, el que no se arriesga no llega a ningún lugar."

Orígenes

Omar Sosa nació en Camagüey el 10 de abril de 1965. En su casa era habitual escuchar discos de jazz. "A mi difunto padre le gustaba mucho el jazz. Tenía discos de Louis Armstrong, Count Basie, Benny Goodman, Buddy Rich..., y de Nat King Cole y Duke Ellington, que a mí me volvían loco. Es la música que se consumía antes de la revolución en Cuba. Y nosotros la escuchábamos cada domingo por la mañana en casa." El programa de radio de Horacio Hernández, padre del batería del mismo nombre más conocido como El Negro, fue otra de las fuentes primarias de información jazzística tanto para él como para más de una generación de músicos y aficionados cubanos. Y entre las mayores influencias, Sosa cita tres discos: Bacalao con pan, de Irakere —"fue revelador: aprenderse la melodía de Bacalao con pan fue fundamental para nosotros"— , Pianoforte —"salían Chucho Valdes, Frank Emilio Flynn, Peruchín y Rafael Somavilla"— y otro del mismo Frank Emilio con el percusionista Guillermo Barreto, el contrabajista Israel Cachaíto López y Tata Güines.

Llegó al piano "por accidente." De hecho, quería tocar y estudió percusión. Se graduó con un programa que incluía una suite de Astor Piazzolla (al vibráfono y al xilófono), el Capriccio número 13 de Paganini (¡en transcripción original para xilófono!) y una obra propia, Zapateando, tocada a los timpani. "Me dieron 100 [la máxima nota] con felicitaciones," recuerda. Pero ya antes de graduarse se dio cuenta de que difícilmente iba a conseguir ser músico profesional como percusionista clásico. Apenas había esos instrumentos en Cuba, pero, en cambio, "un piano —bueno, malo o peor— siempre estaba." "Yo quería tocar clásico, estaba en forma, había acabado de graduarme, pero no había posibilidades con lo que había escogido." Por ello, no se considera "un pianista de academia": "A veces lo extraño, pero a veces también doy las gracias." Tampoco estudió música popular, prohibida en el conservatorio ("aunque sólo hace falta que prohíban algo para que interese todavía más"). "Una de las virtudes de ser cubano es que has estado con todo y no has estado con nada. Y además tenemos a compositores como Ernesto Lecuona y Amadeo Roldán, que son nuestros Mozart particulares."

Su primer trabajo profesional fue con una orquesta de baile, con el grupo del guitarrista y compositor cubano Chino Triana. "A él le debo mucho: cifrado, armonía, las reglas para leer este tipo de música." Tuvo también experiencias delirantes como miembro de orquestas cubanas que viajaban allá donde estaban sus soldados, de Nicaragua a Angola pasando por el Congo, donde nació su fascinación por la tradición y la cultura africanas. Finalmente, dejó Cuba y se fue a vivir en Ecuador —"un descubrimiento, porque ahí me di cuenta de que África no es sólo África"—, y de ahí a Oakland, cerca de San Francisco. En la Bay Area californiana recibió el consejo de un buen amigo, programador de prestigio y durante años importante cargo en una discográfica jazzística: "Me dijo que si pudiera hacer algo más etiquetable, latin jazz como todo el mundo lo entiende, me ahorraría problemas y quizá hasta él me hubiera fichado para su sello," recuerda. "Es difícil que tu música suene en la radio si no está etiquetada —admite—, pero en fin, hay que intentar volar."



Desde entonces, la producción de Sosa no se ha detenido. 21 discos forman ahora mismo su discografía como líder. Instalado en Barcelona desde septiembre de 1999, el pianista considera que la diferencia entre sus primeros discos y los últimos es "impresionante." "No sé si se podría decir madurez, pero yo diría que ahora el camino es más tranquilo, me siento más identificado conmigo mismo." Y al piano le ha añadido el Fender Rhodes, al principio por una cuestión práctica: "A veces me han tocado unos pianos tan malos que el Fender me ayudaba, pero ahora ya lo he asumido como un color retro que me gusta."

'Kind of Blue' a la afrocubana

Pero regresemos al punto de partida, The Afrocuban Side of 'Kind of Blue'. El proyecto nació con una única condición: ofrecer un espectáculo inspirado en el totémico Kind of Blue de Miles Davis. Para ello, Sosa ha convocado a Barcelona a un sexteto único: Peter Apfelbaum (saxo tenor y flautas), Leandro Saint-Hill (saxo alto y flautas), Dennis Hernández (trompeta), Childo Thomas (bajo) y Dafnis Prieto (batería). Y, como invitado especial, "el Miles latino": Jerry Gonzalez. "Necesitaba un grupo así para una idea tan loca."

"Quizá muchos digan que esto no tiene que ver nada con Miles, pero yo creo que Miles está en todos los músicos que de un modo u otro intentan abrir nuevos caminos. No sólo Kind of Blue, sino también Sketches of Spain, Tutu y Amandla abrieron caminos; mucho de lo que hoy se llama world jazz viene en gran parte de la influencia de estos discos ." Las conexiones entre la música original y la inspiración afrocubana han llevado a Sosa a múltiples asociaciones. So What se ha reconvertido en Soo W, por ejemplo: "Es el tema original, pero fragmentado y llevado a un tiempo más rápido, usando fragmentos de las improvisaciones como melodías del tema. Cada melodía que se escucha es parte de la grabación original, sólo ha cambiado el esquema, la estructura, el concepto armónico y rítmico. Tal como lo he pensado puede ser controvertido; de hecho, es una de las piezas más complicadas de este proyecto en cuanto a rítmica."



Otra de las partituras, Flamenco Sketches y Rumba Connection, le ha llevado hasta el percusionista Pancho Quinto, fundador de Yoruba Andabo: "Era en Cuba uno de los rumberos más contemporáneos, con una visión única de la tradición afrocubana. Se autollamaba el John Coltrane de la rumba, y en efecto lo era. Estaba innovando constantemente, hasta el punto de que tocaba cajón, tres batás y una guataca que estaba en el piso, un quinto y dos congas, todo al mismo tiempo. Era como una melodía constante, pero dentro del concepto de la rumba, de la tradición. Y escuchar Flamenco Sketches me llevó hacia eso. Lo he hecho en general, pero en esta pieza en concreto uso un sámpler de Quinto, mientras nosotros tocamos la melodía de Flamenco Sketches, pero la de la versión alternativa, inspirándome también en los solos del disco." Porque, según Sosa, una de las virtudes esenciales de Kind of Blue son los solos, incluidos los del músico quizá menos valorado de esta grabación icónica, Cannonball Adderley: "Son impresionantes, y también es muy profundo el contraste entre cada uno de los músicos. Yo he basado este proyecto en los solos, pero habrá que mover la base donde se harán solos hacia otra dirección, porque mejor que los del disco no puede haber nada," sonríe.

Un disco inagotable

Sosa ha escrito nueve piezas basadas en Kind of Blue (que sólo tiene cinco cortes...). Además de los ya citados, son títulos como All D. Blues Solos, Alternativo Sketches y Rumba, Remembranza, Green Remembranza Intacta, So All Freedy y El Alba de Sketches. Además, retomará un original suyo antiguo, Conciliación con Davis. "Lo había escrito hace mucho tiempo, lo empecé a tocar en casa ahora, y lo sentí muy cerca de este proyecto. Al recuperarlo, lo retitulé, porque antes se llamaba sólo Conciliación. Es curioso, si pones encima la sección de metales de So What, ésta se ajusta a Conciliación, lo que me confirma que toda la música que hago inconscientemente tiene que ver con Miles, con Thelonious Monk y con Bill Evans (e incluso en ocasiones con Chopin y Satie)." Tanto caudal de inspiración llevó a Omar a una decisión drástica: "Tuve que parar. Es un disco sin fondo, inagotable. Cada vez que lo escuchas surgen nuevas ideas de composición. Cada compás tiene una ventana que te puede llevar a otro camino."



La imagen de la ventana abierta corresponde muy bien a la carrera de Omar Sosa, considerado por muchos una de las voces más personales de los jazzistas salidos de Cuba en las últimas décadas. "Yo nunca me he planteado cómo ir a ningún lugar. Simplemente trato de ser honesto conmigo mismo a la hora de crear. Soy un percusionista a quien le ha gustado tocar el piano, y toco como lo siento. Mi visión es, hasta cierto punto, empírica. Es verdad que he estudiado composición en Cuba, y que el conservatorio cubano es muy completo y uno nunca sabe cuándo le van a hacer falta los estudios. Pero aunque hay reglas, si tú vas a África, las reglas que para lo occidentales son fundamentales, para la música tradicional no lo son. Hay que tener libertad para volar."

Tanto movimiento, acepta, implica "riesgos." "Pero también una virtud: vas conociendo nuevos espacios, aunque a veces las cosas quizá no cuajan de la manera que uno piensa. Quizá —apunta— son pasos para llegar a otras cosas." ¿Ejemplos de tanto ajetreo? En el 2009, además de su proyecto barcelonés alrededor de Kind of Blue, Sosa ha publicado con Half Note (con ejemplar producción de Jeff Levenson), Across the Divide (candidato al Grammy latino en la categoría "instrumental"), un trabajo —grabado en directo en el Blue Note de Nueva York— que le ha unido al singular cantante Tim Eriksen; con su propio sello, Otá Records, acaba de aparecer Tales from the Earth, en el que recupera los instrumentos que estudió en el conservatorio, vibráfono y marimba, y ha estado preparando la mezcla definitiva del disco Ceremony, que grabó entre el 2007 y el 2008 , con la NDR Big Band y arreglos y dirección de Jaques Morelenbaum. Un disco que califica como "un viejo sueño," y dedicado "a Irakere, a Mario Bauza, a Dizzy Gillespie y a los grandes maestros de la música afrocubana, sobre todo a Chucho y Bebo Valdes." Más otro disco a piano solo que se está grabando en estos momentos (mediados de octubre) en Nueva York... En cuanto a las giras, ha estrenado este verano un proyecto sinfónico con una joven orquesta catalana, ha trabajado a dúo con el trompetista italiano Paolo Fresu y se prepara para un intenso viaje africano este noviembre. Resumen salvaje de un músico que pasa más días tocando fuera que en su casa del centro de Barcelona.



"Es lo que hay, es el camino que tengo marcado," responde cuando se le pregunta sobre cómo puede soportar este ritmo. No es camino una palabra que Omar Sosa utilice sin mesurarla. Su música, defiende, está íntimamente ligada a sus creencias religiosas. "Hay quien piensa que es una pose, como quien ha escrito que lo de llevar una vela y un muñequito a los conciertos es como montar un pequeño circo. Es verdad que mucha gente tiene derecho a pensarlo, como también tiene derecho a pensar que en las cosas hay un significado. Y yo lo hago porque mi creencia religiosa me indica que no tengo que salir de mis costumbres. Gracias a la religión mantengo mi camino claro, sé hacia dónde voy." "Esto no quiere decir —puntualiza— que solamente tenga una dirección desde el punto de vista creativo. Pero si sé lo que soy, músico, y esto es lo que hago. No voy a montar un restaurante, ni un bar. Cualquier cosa que esté dentro de eso, de la música, es parte del camino. Llevo mi elegguá conmigo, siempre, siempre."

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