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Joan A. Cararach: el 'maestro' de Barcelona

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Fundado por Joan Roselló en 1966, el Festival de Jazz de Barcelona ha ido renovándose y evolucionando con múltiples avatares desde entonces, pero la edición de este año es verdaderamente especial. No sólo desafía la crisis económica, presentando más conciertos que nunca (60 en casi dos meses), sino que además, por primera vez, se clausura en Nueva York (del 3 al 6 de diciembre). Hablamos de éste y de otros asuntos con el director artístico del festival, Joan Anton Cararach, poco antes del inicio, el próximo domingo 18 de octubre, del 41 Voll-Damm Festival Internacional de Jazz de Barcelona.

All About Jazz: El Festival de Jazz de Barcelona celebró su 40 aniversario en 2008, lo que lo convierte en uno de los más antiguos de Europa. ¿Cuál es el secreto de este éxito?

Joan A. Cararach: El público de Barcelona, el público del festival. Todavía tenemos personas que vienen a nuestros conciertos que recuerdan que ellos estuvieron allí al principio, en los años 60. Claro, artistas y organizadores son muy importantes, pero sin público, sin gente que paga entradas, este festival no tendría sentido porque los ingresos por venta de entradas son su principal sostén económico.

AAJ: ¿Qué momentos destacarías de su historia?

JAC: Muchos. Son más de 40 años de vida. Nació bajo el franquismo, y el jazz, por supuesto, nunca ha interesado a las dictaduras. Así que en 1966 apareció un festival a iniciativa privada (otra rareza en España, donde todos los festivales se sostienen con dinero público, en algunos casos exclusivamente), y empezó con Dave Brubeck Sonny Rollins, Max Roach Stan Getz Astrud Gilberto y Tete Montoliu. Hoy yo firmaría ese mismo programa.

Otros momentos capitales son los conciertos de Miles Davis (incluida su huida en 1967); los de Duke Ellington (a quien en Barcelona se recuerda como un ser de otro planeta, casi un ángel), y la llegada, en 1989, de la promotora de conciertos The Project, que ha conseguido mantener vivo el festival más tiempo que nadie. En la última década la explosión y el reconocimiento espectacular que ha vivido la figura de Bebo Valdes, que ha presentado en nuestro festival todos sus proyectos, y este año el concierto inaugural del cuarteto de Wayne Shorter (a quien vamos a entregarle la Medalla de Oro del festival) y la clausura con Chano Dominguez y su revisión de Kind of Blue: nos vamos a Nueva York, a una de las salas de referencia, el Jazz Standard. Y claro, por supuesto, la nueva aventura que emprendemos este año con All About Jazz, con la idea de dotar de contenidos en castellano a este influyente sitio web.

AAJ: ¿All About Jazz en español?

JAC: Sí, es un proyecto nacido a partir del momento en que conocí a Michael Ricci, fundador y editor de AAJ, a quien invité a que viniera a Barcelona como conferenciante. En general, creo que la crítica más seria de jazz (que, no nos engañemos, está en Estados Unidos) pierde el foco cuando habla de artistas latinoamericanos (incluidos los cubanos). Siento que personajes como Chano Domínguez, Guillermo Klein, Danilo Pérez y Edward Simon (entre muchos otros) necesitan una revisión de su obra expresada en su lengua común. Hasta gigantes como Bebo Valdés, el Duke Ellington de la música afrocubana, han tenido muy escasa reflexión teórica, tanto en inglés como en español.

AAJ: ¿Sabías que el festival debe sus orígenes al hecho de que a Luís Villas-Boas, iniciador del jazz en Portugal en los años 40, le falló la organización de un gran festival en Cascais en 1966, y George Wein y Joan Roselló contrataron a los músicos que supuestamente tenían que tocar allí?

JAC: Se lo he preguntado a George Wein, y él no recuerda que fuera así. Personas vinculadas al festival en 1966 me dicen que evidentemente conocían a Villas-Boas, porque formaba parte de los promotores pioneros del jazz en Europa, pero afirman que la idea del festival ya había nacido antes, en enero de 1966, cuando el éxito de los conciertos de Duke Ellington y Ella Fitzgerald en el Palau de la Música de Barcelona animó a Joan Roselló a lanzarse en esta aventura.



AAJ: Muchas personas sienten curiosidad acerca de la transición desde Roselló hasta el actual productor del festival, una compañía llamada The Project. ¿Cómo fue y qué nos puedes contar de esta compañía?

JAC: La historia está explicada en nuestro libro conmemorativo del 40 aniversario del festival. Resumiendo mucho, el festival ha tenido una vida con muchos altibajos y cambios de dirección, e incluso se suspendió durante tres años, de 1977 a 1979, con la llegada de la democracia a España (que ya es casualidad). Hasta 1989, los cambios de planteamiento fueron constantes. Ese año, por primera vez, el festival fue asumido por una empresa profesional, The Project, por entonces recién nacida y con experiencia previa en el festival porque en 1988 se encargó de la producción. El Ayuntamiento de Barcelona cedió el nombre a The Project porque la dirección musical de su propio proyecto, la llamada Olimpiada Cultural o Festival de Otoño (creado de cara a los Juegos Olímpicos de 1992), consideró que el jazz no era interesante para su propuesta y que artistas como Miles Davis, Wynton Marsalis y Pat Metheny no eran prioritarios para su idea de cultura. Hoy ese festival municipal (que costó muchísimo dinero a las arcas públicas) ha desaparecido y el festival de jazz sigue fiel a su cita cada otoño.

AAJ: Volvamos al presente, ¿qué aporta al festival este nuevo equipo de producción?

JAC: Profesionalidad. The Project mantuvo el festival no sin polémica gracias a su labor como promotores de pop; a partir del 2003, con mi entrada como director artístico, esbozamos un plan que creo que se ha cumplido. Hay quien defiende la teoría de que un festival de jazz debe estar organizado por aficionados, pero la historia demuestra que la iniciativa privada puede sostener un gran festival sin que le cueste al contribuyente el dinero que le puede costar un acontecimiento financiado por dinero público sin un criterio claro.



AAJ: ¿Ha sido muy duro encontrar patrocinadores?

JAC: De hecho, el festival estuvo a punto de suspenderse de nuevo no hace muchos años, porque The Project llegó a plantearse si merecía la pena invertir los beneficios del pop en las pérdidas del jazz. La llegada de Damm en el 2002, con su cerveza Voll-Damm, fue providencial. Se trata de una empresa catalana y de una cerveza de una calidad única (no hay que olvidar que Barcelona y Cataluña son referencia gastronómica y enológica). No es una cerveza cualquiera.

AAJ: ¿Podría hacerse el festival sin ellos?

JAC: Sí. Pero en lugar de casi 60 conciertos y producciones propias y todo tipo de apuestas más o menos arriesgadas, serían seis, ocho, quizá una docena de conciertos. Damm ha sido una bendición para el festival, y de hecho ahora muchos festivales de jazz españoles persiguen a la marca desde hace años para conseguir su patrocinio. Sin ellos nuestro festival no sería como es actualmente.

AAJ: Hablando de presupuestos y de dinero, ¿cómo ves el futuro de la mayoría de festivales de jazz de Europa, en esta época de incertidumbre?

JAC: Lo ideal sería la profesionalización. Cuando me hablan de festivales arriesgadísimos, sólo interesados en los artistas más "vanguardistas" (una etiqueta ridícula: ¿hay alguien más en la vanguardia que Ornette Coleman y Wayne Shorter hoy en día?), siempre me informo sobre su modelo de financiación. Se lo pregunté a un director de festival francés, muy ufano y orgulloso porque en su programa no había ni un solo nombre digamos mainstream del jazz de Estados Unidos: su respuesta fue que tenía un 95% de financiación pública. Muy bien, pero tenía y tiene (con entradas muy baratas) una ocupación que no llega ni al 50%. No es serio, lo siento. Hay que combinar el modelo privado, la libre empresa, con el institucional, eso es obvio (el jazz necesita, no se discute, dinero público como lo necesitan la ópera y la música clásica), y para eso es necesario tener a buenos profesionales que conozcan los distintos equilibrios con los que hay que lidiar. Hay demasiados aficionados con poco conocimiento real del mercado —e incluso del jazz, me atrevo a decir— al frente de festivales de jazz. Y la realidad es que, cuando llega un tiempo de crisis, pasa lo que pasa. España es este año un ejemplo perfecto: reducción de días y suspensiones de festivales han sido el pan de cada día. Nosotros, en cambio, hemos aumentado días (siete semanas) y conciertos (casi 60).

AAJ: ¿Se recortará vuestro presupuesto a causa de la crisis económica mundial?

JAC: Hemos mantenido el presupuesto del año anterior con un ligero aumento, ahora 1,4 millones de euros. Nuestro límite lo pone el público y el patrocinio privado. Tuvimos en el 2008 un 92% de ocupación y todos los patrocinadores siguen con nosotros. Si dependiéramos del dinero público hubiéramos tenido recortes, claro. Pero eso no significa que no los tengamos en el 2010. Nuestra evaluación es clara: la venta de entradas. Cada festival alimenta el del año siguiente.

AAJ: ¿Qué política artística sigues cada año?, ¿qué criterios utilizas para preparar el programa?

JAC: Sentido común. Artistas incontestables, indiscutibles (este año, Joe Lovano, Shorter, Brad Mehldau Marcus Miller, Maria Schneider, Cassandra Wilson y tantos otros), proyectos propios (como el homenaje que rendimos a Kind of Blue con dos encargos a Chano Domínguez y Omar Sosa, además del concierto del batería Jimmy Cobb, el único superviviente del disco original) y gusto por apuestas con carácter, artistas no tan conocidos que se merecen participar en este tipo de festivales.

AAJ: ¿Hay algún tipo de jazz que no sea bienvenido en el festival?

JAC: No. El jazz es una música omnívora que lo devora todo. Los músicos de jazz no escuchan sólo a Louis Armstrong y a John Coltrane. Todas las músicas forman parte de su menú vital, y por ello nosotros también queremos ofrecer en el festival de jazz actuaciones que no son jazz pero que nos pueden interesar por motivos artísticos o incluso para ayudarnos a captar otros públicos. Pero como me dijo el año pasado el crítico Mike Zwerin tras escuchar a Mariza en nuestro festival, había sentido más swing en su actuación que en la del día anterior, con dos grandes nombres del jazz.

AAJ: ¿Y artistas que no hayan pasado por Barcelona a los que eches de menos?

JAC: De los años precedentes, John Coltrane y Mahalia Jackson. Los organizadores del festival habían firmado o apalabrado contratos con sus agentes, pero ambos murieron antes de poder venir a Barcelona. En los tiempos recientes hemos tenido, por desgracia, dos casos similares, con Alice Coltrane y Moacir Santos. Son dos músicos que no estuvieron en el festival, pero para mí forman parte de nuestra historia. Y hoy sigo echando de menos a muchos músicos a los que no he podido programar. Para poner dos ejemplos dispares, Gerald Wilson y John Zorn. En el caso del primero, su ausencia explica bien el desconocimiento que hay en Europa del jazz de la Costa Oeste y de auténticos gigantes de la música como él.



AAJ: Si un músico de jazz quiere tocar en vuestro festival, ¿qué debe hacer?, ¿estáis abiertos a recibir propuestas?

JAC: Por supuesto. A veces descubro cosas de la manera más insospechada. Conexiones, visitas a algún club, recomendaciones. Es muy bueno tener a gente en cuyo criterio confías para recibir información inteligente.

AAJ: ¿Veremos alguna vez un festival de jazz ibérico, hecho entre España y Portugal? ¿Crees que tendría algún sentido?

JAC: Ojalá. Portugal y España, no es un secreto, viven de espaldas. Me atrevería a decir, no obstante, que Portugal es más abierta a España que al revés, por lo que veo de sus programaciones. Desafortunadamente, conocemos muy pocas cosas en España del jazz portugués, pero me temo que éste es un problema que afecta a toda Europa. No siento todavía que los europeos nos consideremos parte de un solo proyecto cultural. No hay más que ver cuánta gente es capaz de hablar más de una lengua románica, con lo sencillo que es en el fondo saltar del castellano al italiano, o del francés al portugués. Como catalán que, además de catalán, intenta hablar en todas esas lenguas, me parece una renuncia intelectual demasiado dolorosa.

AAJ: Una de las cosas que destacan de vuestro festival es la promoción de conferencias. ¿Cuál es la reacción del público?

JAC: Son vitales. Es uno de los corazones de nuestro proyecto. Son conferencias, claro, y no hay mucha gente disponible en noviembre para asistir a este tipo de actos, pero sin ellas el festival se quedaría de verdad huérfano. Personajes como Nate Chinen, Stanley Crouch, Gary Giddins, Ashley Kahn, Bill Milkowski y Ben Ratliff (y pido disculpas a muchos otros que no cito) han aportado al festival muchas más cosas de las que ellos mismos sospechan. Para mí, la función de un director artístico es ser un vampiro, alimentarse sin cesar de los estímulos que nos rodean. Y nuestros conferenciantes son tan capitales para mí como un concierto con 2.300 entradas vendidas.

AAJ: ¿Cómo te gustaría ver el festival dentro de 10 años?

JAC: Espero que sigamos en la misma línea de ahora, pero eso depende de nuestro principal patrocinador, el público, y de los empresarios de The Project, Tito Ramoneda y Joan Roselló (ninguna relación con el fundador del festival), principales avaladores del proyecto. Si el festival de jazz de Barcelona existe desde 1966, a pesar del franquismo y de muchos años de desidia política, es gracias a dos únicos agentes: el público que compra entradas y los empresarios que han arriesgado su propio dinero.

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