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Chick Corea en el Festival de Jazz de Barcelona
42 Voll-Damm Festival Internacional de Jazz de Barcelona
Palau de la Música
6 de noviembre, 2010
Bien se sabe que un final de gira ofrece un alto porcentaje de inquietud al asistente a un último concierto hasta más ver. El manojo de sorpresas que deparan citas de esa índole obliga a estudiar la disposición del músico de turno y a especular con predicciones que surgen de los gestos más variopintos, de los matices más nimios, del tropismo inesperado. Una duda genérica vino a disiparse al comprobar que Chick Corea aparecía puntualísimo en escena con un atuendo negro riguroso. Un mensaje subliminal que venía a decir algo así como que no cundiera el pánico, que ninguna camisa floreada iba a distraer la atención en lo que se disponía a mostrar: las coordenadas del lugar donde reside el talento, eso que tanto cuesta explicar cuando sólo se es voluntarioso y no se tienen las armas precisas ni aguzada la sensibilidad. Por suerte, Chick se ofreció como el mejor Corea posible, amparado en la contención y la mesura.
Como toda humildad siempre es falsa, falseó al hacer culpable de cuando pasara esa noche a su piano de cola. La música contenida entre sus formas ondulantes venía firmada por los músicos que han inspirado al pianista de Massachusetts: el Bill Evans de "Turn Out The Stars" y, claro, de la eterna "Waltz for Debby"; Thelonious Monk y su maleable himno oscuro "Round Midnight," seguido por las síncopas de "Blue Monk"; en cuanto a Bud Powell, del piano salieron "Dusk in Sandy" y "Oblivion," con las que se cerró el primer set.
El segundo set respondió más a las sesiones a piano solo que ha venido ofreciendo para presentar su cofrecillo compilatorio de ECM (2010): allí no se incluyen los Preludios de Aleksandr Skriabin con los que deleitó a los presentes, pero sí un manojo de sus "Children's Songs" que fueron revisados desde las partituras originales a modo de aviso a navegantes: he aquí algo que no deberá caer en el olvido, una suerte de testamento vital en forma de dosis homeopáticas, de esas que sanan sin destruir la flora intestinal.
Y llegó la sorpresa. Apareció Niño Josele, fresquísimo y mucho más suelto en tareas de improvisador que de costumbre, para dar comienzo a una festiva jam aljamiada que empezó con "My Foolish Heart" (recuérdese el homenaje evansiano de Josele) y terminó con la entrada de Carles Benavent, otro invitado de lujo, que dio lo mejor de sí en un mano a mano que hizo de la velada un encuentro mágico difícilmente repetible. Si Corea empezó su concierto con "Armando's Rumba," acabó con las no por archisabida menos eficaz alegría de "Spain." Ya en solitario los tres eran grandes, pero juntos como trío eventual se agigantaron y recordaron aquello que firmó Jackie McLean en los créditos de su Destination... Out (Blue Note, 1963): "Jazz is a happy thing and there are a lot of musicians around waiting to give a little happiness to a world filled with so much unrest" ("el jazz es algo alegre, y hay un montón de músicos esperando ofrecer un poco de felicidad en un mundo tan superado por el descontento como el nuestro").
Fotografía: Ricard Cugat
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