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44 Voll-Damm Festival de Jazz de Barcelona: China Moses, Albert Sanz Trio y Brad Mehldau Trio

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China Moses
44 Voll-Damm Festival Internacional de Jazz de Barcelona
Artèria Paral.lel
17 de noviembre de 2013

No siempre hacen caso los hijos a los padres. De hecho, no debieran cuando llegan a una edad —padres e hijos—, pero siempre hay excusas para no contrariar a las voces de la experiencia. Una de esas voces se atrevió a recomendar a la joven hija de Dee Dee Bridgewater que se olvidara de seguir por el camino del rap, que "cantaba demasiado bien" para tomar esa senda. Así lo contó la misma China Moses en un excurso durante el sorprendente concierto que ofreció en la nueva sala con la que desde ahora cuenta el circuito del Voll-Damm Festival Internacional de Jazz de Barcelona. Que viene del mundo de la rima sincopada se supo cuando dejó escapar unos versos del "The Magic Number" de De La Soul en "The Mailman, The Butcher and Me." Chica clásica, desde luego. Le va bien al papel deblueswoman sofisticada, herida desde bien pronto por la daga amarga de la gran Dinah Washington, con cuyo "Resolution Blues" abrió su primera participación en la cita anual con el jazz en las postrimerías del otoño barcelonés. Este año, llovioso como pocos. Tal vez por ese motivo se atrevió acertadamente a revisar "I Can't Stand The Rain," la grandiosa canción de Ann Peebles (vía Tina Turner y Missy Elliott) como bis del concierto.

A lo largo de los minutos, fueron cayeron muchas de las selecciones del homenaje que Moses ha dedicado a las damas del blues en el último largo Crazy Blues (Decca, 2012), de Mammie Smith a Donna Summer, de Nina Simone a Janis Joplin. La arropaba un grupo en el que sobresalía el pianista Raphael Lemonnier. El trío de instrumentistas ganaba fuerza alrededor de China Moses. Solos no tendrían demasiado que decir. Lemonnier, tanto en el Fender Rhodes como en el piano acústico, supo extraer la atmósfera que requería el encuentro de la hermosa Moses con tanta mujer marcada. La voz sin vibrado de esta angelina afincada en Francia (Los Ángeles, 1978) pasó a ser en verdad angelical cuando se acercó a los gestos teatrales de musicales à la Carmen Jones. Un registro que le viene como anillo al dedo. Ahí el contrabajo de Fabien Marcoz y la batería de Jean-Pierre Derouard se sintieron más sueltos y todo discurrió con el desboque de un buen blues. La chica contenta, el público risueño y la velada perfecta. Agradecidísima por la invitación del Festival, Moses supo ganarse a la audiencia y mostrar, de paso, sus dotes dramáticas. Su voz, de escasas aristas pero afinada, tiene cuerda para rato. Se sabe humilde, pero se lo pasa bien, y al final eso cuenta más de lo que uno se imagina. ¡Bravo!



Albert Sanz Trio

44 Voll-Damm Festival Internacional de Jazz de Barcelona

Luz de Gas

18 de noviembre de 2013

Equipo de lujo para una mirada jazzística al universo brasileño de la mano del trío de Albert Sanz, con Javier Colina y la sorpresa del legendario Al Foster. Tres enormes tusitalas, esto es, tres grandes contadores de historias que no tienen que hacer demasiados esfuerzos para comunicarse entre sí, ni para comunicar en conjunto a la audiencia. A veces las cosas son muy sencillas, a pesar de la complejidad interna de las mismas o de las extravagancias del entorno. Así lo supo ver Foster cuando Sanz se le acercó con la maqueta de lo que acabaría siendo O qué será (Nuba Records / Produccions ContraBaix, 2012), el disco que venían a presentar a Luz de Gas. "Este chico tiene alma," que es como decir "este chico sabe explicar una historia." La profesionalidad trae implícita cierta humildad para reconocer la verdad. Y Foster supo ver en aquella maqueta que le llegaba con pulso huidizo una oportunidad para la expresión verdadera.

Colina hace tiempo que también entiende de estas cosas, por lo que la interacción del trío devino natural, entusiasta, amistosa. Fueron cayendo piezas de Chico Buarque e Ivan Lins. Mucha bossa y algún estándar de altos vuelos a través de Dexter Gordon como bis. Se entiende que "Mil perdoes" (Buarque) fuera sugerencia de Colina para formar parte del disco, porque el solo que dejó caer fue un asunto familiar, una melodía enraizada durante mucho tiempo en las querencias del contrabajista.

La presencia de los platos en el toque de Foster es tan importante que la sola disposición de la batería ya dice que el primer plano es para ellos, convertidos en sutil parapeto amurallado. Entre toque y toque, Foster recordó su paso por Barcelona junto a Miles Davis en 1973, primera actuación del trompetista en España. En aquella ocasión el Palau de la Música se cargó de electricidad, pero 40 años más tarde no hubo menos energía en el encuentro junto a Sanz. Si la energía es iluminación, la velada fue brillante, con aires de intimidad y blues propicios al bisbiseo que trae consigo la confianza en el otro. También hubo humor, sobre todo con Sanz y Foster. El líder dejaba caer ironías entre vamp y vamp, entre "Soberana rosa" (Lins) y "Medo de amar" (Jobim / De Moraes), una última composición que no forma parte del disco que los ha unido a los tres. Sólo queda un pero a tanta excelencia, y no es asunto baladí: el joven Sanz debe utilizar cinturón cuando se vista con traje, porque, si no, jamás podrá acercarse —como él mismo dice— al refinamiento estilístico de su amigo Raynald Colom. (No hay de qué).



Brad Mehldau Trio

44 Voll-Damm Festival Internacional de Jazz de Barcelona

L'Auditori

28 de noviembre de 2013

El mundo del jazz sigue siendo conservador (y no me refiero ahora a la media de edad del público que asiste a los conciertos, decisivamente preocupante. Habrá que reinventarse, como ha hecho por estos lares el colectivo de castellers, no así los sardanistas, cuya media de edad es tan peligrosa como alarmante). Es cierto que hubo un repunte rejuvenecedor a finales de los 60 y principios de los 70 del siglo XX, pero se trató de un espejismo, el lifting a las puertas del asilo. La conexión eléctrica dio alas a muchos de los grandes nombres de la escena, pero hubo que esperar hasta la revisión del acid-jazz para que la vertiente más festiva del género volviera a cobrar vida, no así los formatos acústicos ortodoxos o vanguardistas. Y esta primera década del siglo XXI no ha sido una excepción. No se entiende de otro modo que discos como Largo (Warner Bros., 2002) y Highway Rider (Nonesuch, 2010) hayan quedado relegados en la discografía mehldauliana como excentricidades y caprichos de escaso vuelo, cuando se trata de reinvenciones que han trasladado al músico a territorios insospechados que han nutrido en profundidad la filosofía de su "arte del trío." Jon Brion ponía la imaginación y Matt Chamberlain aplanaba el terreno para que el advenimiento del relevo de Jorge Rossy no fuera traumático. Ahí está Jeff Ballard para confirmarlo, cada día más grande.

Mehldau ya estaba en otro lugar, porque quien esperaba que dejase caer algunas de las piezas con las que ha compuesto ese díptico genial que es Ode y Where Do You Start? (Nonesuch, 2012) se encontró con una inmersión en el universo pop por antonomasia: The Beatles y extensiones posteriores. Pronto se supo, pues tras el "Beatrice" de Sam Rivers llegó el turno al baladón "And I Love Her," que venía de la mano del último Pat Metheny, con quien Mehldau muestra algo más que afinidades electivas. Desde luego, ambos son músicos anclados en lo melódico, y siempre preferirán apropiarse de una composición del tándem Lennon-McCartney que el formado por Jagger-Richards (algo ya habitual en el mundo del jazz). Cuando toca, Mehldau suele retirarse del teclado sin soltarlo, como hacen los pintores al alzar el pincel frente al modelo. Se echa hacia atrás y parece escucharse a sí mismo, a ver si la cosa funciona, imaginando también hacia dónde parece llevarle el camino escogido. Cuando aparece el rictus en que las comisuras de los labios se dibujan hacia abajo ya sabemos que el asunto es serio y que empieza a disfrutas de la senda elegida. Lo mismo hace Ballard cuando gira su cabeza a la izquierda para afinar el toque y sentir que lo que ofrece vale la pena. Por su parte, Larry Grenadier, ya convertido en uno de los mejores digitalizadores del negocio, aproxima el oído al mástil y se muestra abierto a mil expectativas. Abrió trecho cuando el original de Mehldau "Sanctus" (no sabemos si como homenaje a la Missa Solemnis de Beethoven a la que tanto aprecio tiene) encontró acomodo entre las propuestas escogidas por el grupo, y así hasta el final. "Great Day" de McCartney se convirtió en un blues de los que hacen época, de esos de lamerse las heridas y salir airoso. Un sentimiento que se trasladó a "My Valentine," del mismo autor.

El trío lleva años acumulando miradas y sentires, por lo que no fue de extrañar que la interacción llegara a límites insospechados. No se miran, y sin embargo se ven; esa viene a ser la conclusión. A veces parece incluso que el espectador asiste de tapadillo a una reunión de amigos: Mehldau se sienta sobre el taburete del piano en pose flor de loto mientras Ballard decide que es turno de sus manos, fuera escobillas, fuera baquetas, dentro falanges, dentro yemas de los dedos. Un menos es más con el que podría competir con cualquiera y salir airoso del envite. En cuanto a Grenadier, uno debe confesar que cada vez que se programa el trío, las ansias por ver sus ejecuciones crecen. Con Mehldau es otro, por eso el trío se ha convertido en algo tan especial, porque cada uno de sus miembros son otros y mejores cuando se unen. Se entenderá si digo que Messi siempre es Messi, pero no es el mismo cuando juega con la selección argentina que cuando lo hace en el Barça: punto pelota. Dos bises dejaron el listón altísimo, y hasta la vista, todos contentos.

Fotografías: Lorenzo Duaso (China Moses y Albert Sanz Trio) y archivo AAJ (Brad Mehldau Trio)

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